Tximeletak hondartzan

Estando embarazada, la madre de Adela llegó completamente sola desde Colombia a Hernani y desde entonces, vive allí con su hija, en un piso que comparten con otra familia. El día a día de la niña transcurre entre la calle y el colegio, y, por las noches, se esconde con su madre en una pequeña cama.

Adela acaba de cumplir ocho años, y, durante las vacaciones de verano, su madre la ha llevado enfurruñada a Zarauz, cuando ha ido a trabajar a la casa de Izaskun y Asier. La tarde lluviosa del primer día, en el malecón de la playa, Adela conoce a Ane y a su abuela pintora.

Pasarán juntas cinco días inolvidables, y, la cámara de fotos que le ha regalado a Ane su abuelo será testigo de las aventuras que vivirán las dos amigas: el hombre ciego, los viñedos, el buscador de oro, la caja para el aita…

En una de esas fotos, aparecen dos pequeñas mariposas. La playa se convierte en un desierto para las dos amigas que se alejan volando hacia la orilla. Cuando las rodea el estruendo de las olas, las dos niñas miran asustadas a las pobres mariposas, y, sin embargo, continúan jugando al lado del infinito mar.

Este cuento ha sido tejido con dos hilos: la urdimbre ha sido compuesta por las vivencias de mis alumnas, y, la trama se ha basado en la historia de unos cuadros cuya autora es Carmen Miranda: pintora, amante del arte, fundadora de la asociación Gerediaga y de la Feria de Durango y compañera de viaje de Leopoldo Zugaza en todos los proyectos que han emprendido juntos.

Los dos hilos se entretejieron poco a poco, con palabra escogidas cuidadosamente, para formar un tejido muy especial: el cuento de Adela y Ane.