En mi habitación, nunca se enciende la bombilla que cuelga del cable del techo, pero mis dedos siguen dirigiéndose al interruptor que hay junto a la puerta. Cada vez que entro o salgo, realizan el movimiento que aprendieron en casa del aita. Llevo pulsándolo dos semanas, pero aquí todo sigue a oscuras: hace mucho que entró la noche en mi habitación, y ahí sigue, como yo, atenta, al acecho.
Al final de la vida, en el umbral de la muerte, seremos el reflejo de nuestro propio pasado. Conflictos provocados por herencias, poder, dinero…; Juan y Leandro se encuentran expuestos a la intemperie, intentando guarecerse bajo la sombra de un último amor.
Leandro, el último propietario de un caserío de Hernani, será ingresado en la residencia de ancianos Sandiusterri por su hija Maite, en contra de su voluntad, argumentando enajenación mental. Sin embargo, la verdadera razón será la herencia de dicho caserío. Una vez dentro, contará con la ayuda de Juan, hombre cruel que actúa por ocultos y despiadados fines.
En estas historias que se engarzan como eslabones, los dos ancianos conocerán a Paula, una muchacha que comienza a tantear el mundo de los adultos al tiempo que abandona su infancia y sueña con el primer amor.
Las voces de los tres personajes cuentan esta historia sobre seres ateridos que dan aldabonazos en las puertas de los demás, intentando refugiarse en el amor, el único medio para poner puertas a la noche.