Si la palabra conlleva la realidad que nombra, en algún incierto lugar debe existir el silencio. No obstante, en esta sociedad tan ruidosa resulta una tarea cada vez más ardua encontrarla, ya sea en nosotros mismos o a nuestro alrededor. Hemos convertido el ruido en un muro casi indestructible, en una frontera; nos rodean la estridencia, el estruendo y el alboroto, y, vivimos apresuradamente, a un ritmo vertiginoso intentando golpear la muralla del tiempo, el sufrimiento y la soledad.
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